En un entorno político donde la confianza entre representantes y ciudadanos se encuentra en un punto crítico, es esencial reflexionar sobre el verdadero rol de quienes son elegidos para servir al pueblo. La reciente decisión de ciertos concejales de atender a la ciudadanía en el local del Partido Justicialista (PJ) representa una falta de respeto hacia aquellos que los eligieron y, más preocupante aún, una clara tendencia a partidizar el ejercicio de la función pública. Es tan evidente esta interpretación que justamente este domingo realizan una cena partidaria olvidándose de que gobiernan para todos y como muchos municipales dijeron “podría haber hecho un brindis con nosotros que somos los que laburamos y cobramos miseria”
Cuando un concejal asume su cargo, lo hace con la responsabilidad de abordar los problemas que afectan a toda la comunidad, sin distinción de afiliaciones políticas. Atender solo en el PJ no solo limita el acceso a los ciudadanos que no se identifican con esa ideología, sino que también refuerza una separación que aleja a los funcionarios del verdadero propósito de su labor: servir al pueblo en su conjunto. La idea de que solo los peronistas tienen derecho a ser escuchados es un claro desdén a la democracia y a la diversidad que caracteriza a nuestra sociedad. Para colmo como si esto fuera poco con la miseria que hay el domingo hacen un asado militante con la miseria que hay, donde incluso hay compañeros que esperan una ayuda del gobierno que votaron.
Es innegable que el resentimiento hacia el ex presidente del PJ Ricardo Curetti ha permeado las decisiones actuales. Este odio, lejos de debilitar su figura, lo fortalece. La pregunta que muchos se hacen es por qué no se ha abierto el partido para reunir avales para “la jefa”. Sucede que los privilegios en la Cámara de Diputados o en cargos son más importantes que las convicciones políticas. Esta actitud revela una desconexión alarmante con las necesidades reales del pueblo, donde lo prioritario parece ser mantener una zona de confort antes que trabajar por el bienestar general.
Además, la situación se agrava cuando figuras como el concejal apodado "Petroka" hacen comentarios sobre personas fallecidas, mostrando una falta de respeto e irresponsabilidad inaceptables en cualquier ámbito político. Y aunque se trate de un peronista, nadie del arco del peronometro salió a confrontar; las traiciones y los acuerdos son más fuertes que defender a un ex compañero. Esta cultura del desprecio no solo afecta la imagen de quienes ocupan cargos públicos, sino que también erosiona la confianza ciudadana.
La vuelta a la democracia nos recuerda que cada voto es un acto de confianza y esperanza depositado en quienes prometen representar al pueblo.
En contrapartida surge la crisis de representatividad en Argentina en 2001 fue un momento crítico que reflejó la desconexión entre el gobierno y la ciudadanía. Durante esa época, el país enfrentaba una profunda crisis económica, que incluyó una severa recesión, altos niveles de desempleo y la congelación de los depósitos bancarios, conocida como el "corralito". La situación se agravó por la creciente desigualdad y la falta de respuestas efectivas por parte del gobierno. Los ciudadanos comenzaron a perder la confianza en sus representantes políticos, lo que llevó a masivas protestas y movilizaciones. El famoso "cacerolazo" se convirtió en un símbolo de descontento popular. La crisis culminó en diciembre de 2001 con la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa, quien abandonó la Casa Rosada en medio de disturbios y caos social. Este evento marcó un la historia argentina, ya que puso de manifiesto la necesidad urgente de una reforma política y económica para restaurar la confianza en las instituciones.
Además, la falta de representatividad se reflejaba en el hecho de que muchos argentinos se sentían excluidos del proceso político y desconectados de las decisiones que afectaban sus vidas. Este contexto llevó a un cambio significativo en el panorama político del país en los años siguientes, con un surgimiento de nuevos líderes y movimientos que buscaban atender las demandas insatisfechas de la población.
Por lo tanto, es fundamental que los funcionarios asuman su responsabilidad con seriedad y compromiso conociendo la historia de nuestro país.
En términos de gestión, los problemas son palpables: los mosquitos esperan pacientemente a los fumigadores, mientras la población se irrita por el abandono visible de espacios públicos como la costanera y los barrios llenos de basura. El parque industrial de Villalonga sigue esperando atención como el camino a San Blas, que se asemejan más a una pista de rally que a vías transitables. Las promesas incumplidas del gobierno actual han llevado a un estado de descontento generalizado entre los ciudadanos que en poco tiempo se lo reprocharán cuando vayan a buscar el voto.
En conclusión, esta columna busca recordarles a nuestros representantes que ser intendente, funcionario o concejal implica asumir responsabilidades significativas. Es fundamental tomar decisiones que beneficien al conjunto del pueblo sin importar las diferencias políticas. Debemos construir puentes en lugar de sembrar divisiones; la fragmentación solo beneficia a aquellos que temen al diálogo y al entendimiento. La verdadera fortaleza de una sociedad radica en su unidad y en el amor por su gente. ¡Viva Patagones!.FIN.