La reciente renuncia de Ricardo Curetti al partido justicialista es un acontecimiento que lo que busca es marcar una diferencia con el gobierno actual. Curetti, con una trayectoria consolidada como intendente y como referente, ha decidido dar un paso al costado, no por falta de apoyo, sino por el deseo de no ser un obstáculo para el actual intendente, Marino y así comenzar a gestar poder propio. Este gesto refleja una clara toma de posición ante la desastrosa gestión que ha caracterizado al gobierno actual y pone de manifiesto el creciente malestar dentro del partido.
La sensación de traición que Curetti experimenta por parte de Marino es compartida por muchos en el peronismo. La decisión del actual intendente de distanciarse de sus referentes y del PJ ha generado una ola de solidaridad hacia Curetti, convirtiéndolo en una figura potencialmente clave para las próximas internas. Este apoyo no es solo un reflejo personal; es un síntoma de la descomposición interna que atraviesa el gobierno local.
Es innegable que la gestión de Marino ha dejado mucho que desear. Su incapacidad para elegir adversarios adecuados y su desconexión con la realidad han provocado un descontento generalizado. La inestabilidad política que hoy se vive es un eco de esta desconexión, evidenciada en situaciones tan insólitas como su búsqueda desesperada de una diputación dentro del Frente Renovador para el próximo año. Un intento que, más allá de lo absurdo, revela que no tienen vínculo con la realidad. Siendo intendente con tres años y medio por delante tiene más chance de ser Zara diputado que el propio Marino.
Los números hablan por sí solos: UxP logró un 40% en las elecciones pasadas gracias a la unidad entre los referentes. Sin embargo, si consideramos el clima actual, se estima que el intendente podría no alcanzar ni el 8% en las próximas internas. Esta caída en la legitimidad de su mandato es alarmante y pone en riesgo no solo su futuro político, sino también la estabilidad del gobierno.
La mentalidad de "aguantemos hasta donde lleguemos" que circula entre los funcionarios cercanos al intendente es particularmente preocupante. Esta frase encapsula una forma de gestión que parece más interesada en sobrevivir hasta el final del mandato que en trabajar por el bienestar colectivo. A largo plazo, esta actitud podría tener consecuencias devastadoras para la imagen del intendente y su equipo.
En conclusión, la renuncia de Curetti no es solo un hecho aislado; es un síntoma de una crisis mayor dentro del gobierno local. La historia juzgará tanto a Marino como a sus colaboradores por su incapacidad para gestionar adecuadamente los desafíos políticos actuales. La pregunta ahora es: ¿será posible revertir esta situación antes de que sea demasiado tarde? El tiempo lo dirá, pero lo cierto es que el futuro político se presenta incierto y lleno de desafíos.